1. Nivel y sacramento.
Lo que, con frecuencia, parroquia y diócesis esperan de las CEBs, ya no coincide con la intuición generadora y profética de Medellín: - Que ellas vengan a ser un nivel eclesial, en la línea de la sacra mentalidad eclesial (LG 26) y no en el área de los carismas eclesiales. No son algo optativo entre otras muchas ofertas religiosas contemporáneas – de cuño pastoral, devocional, técnico - como asociaciones, movimientos, programas, sistemas, organizaciones.
Las CEBs son una “ecclesiogenesis”, en la perspectiva de la Iglesia local. Son un nivel, una concentración eclesial, como la parroquia. Así la presentó el documento de Puebla, a propósito reunió en un capítulo unitario - diócesis-parroquia-CEB.
Por eso mismo, las CEBs representan lo más antiguo y lo más nuevo en la Iglesia. Lo más antiguo, porque están, vital y radicalmente ligadas a las primeras comunidades cristianas del Nuevo Testamento (que son normativas para la Iglesia). Su contenido esencial (comunidad de Cristo y de su Espíritu, primicia y sacramento del Reino, fundamentada en la Palabra Revelada, eucarística, pascual-servidora y enviada a los confines de la tierra) es parte de la Revelación, no su modelo operativo y organizativo. Representa también lo más nuevo de la Iglesia, una vez que coloca en práctica lo indicado por el Magisterio (Vaticano II, documentos pontificios, conclusiones de las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano (Medellín-Puebla-Santo Domingo).
2. ¿Un nombre incómodo?
A principio las CEBs han despertado mucha curiosidad y hasta interés. Casi todas las conferencias episcopales las mencionaron, citando a Medellín-Puebla y las posteriores encíclicas papales de Pablo VI (Evangeli Nuntiandi) y de Juan Pablo II (Redemptoris Missio) y los Sínodos Episcopales.
En un segundo momento, han comenzado a rechazar el nombre original de CEB y se buscaron substituciones, quitando primero la palabra DE BASE (con miedo de comunismo, peronismo, sandinismo, en suma, algo subversivo o institucionalmente pecaminoso), y colocando en su lugar la palabra PEQUEÑAS (lo que significa identificar las CEBs por su tamaño y no tanto por su contenido teológico-pastoral). A seguir se substituyó el término ECCLESIAL – y se las llamó de cristianas, fraternas, evangélicas, (características que, en verdad, se pueden dar a toda asociación o grupo católico, desde los “scout”, hasta los encargados de la fiesta parroquial. Finalmente, el término COMUNIDAD se quedó ambiguo, porque utilizable en un contexto amplio: social, económico, político, deportivo, académico, religioso. Una vez que se relativiza el nombre, dándole una elasticidad máxima, se diluye también el concepto.
Es importante rescatar (reafirmar) que la CEB no es tan solo, una realidad de comunión, sino que es la comunidad eclesial sacramental (Iglesia sacramento), en su expresión más reducida (numérica). Ella tiene la vocación de ser sal, luz, fermento del Reino, en una determinada área humana territorial (pudiendo a veces ser también área funcional) La manera menos sutil y más global de excluir las CEBs, es por el sofisma: - Las CEBs son de la Teología de la Liberación. Ora esa Teología ha sido condenada. Por lo tanto… Pero, dentro del esquema de la Escolástica tan apreciada por las derechas eclesiásticas se diría: niego la mayor, distingo la menor y niego la conclusión. En efecto, 1º) Las CEBs nacieron antes de la Teología de la Liberación. Como pequeña Iglesia, la CEB no se identifica con una teología, aún que puede recibir valores de las más diversas reflexiones, como los Padres de la Iglesia han usado muchos esquemas de la teología griega (pagana). 2º) La Teología de la Liberación recibió críticas sobre algunos de sus aspectos, nunca una condenación global.
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